Recientemente, un equipo de investigadores de la Universidad de Gante realizó un hallazgo notable al reconstruir el rostro de una mujer de 10,500 años, procedente de Bélgica. Este descubrimiento aporta una visión innovadora sobre la diversidad de los antiguos europeos, especialmente en lo que respecta a la tonalidad de su piel. La información obtenida desafía las nociones preconcebidas acerca de la apariencia de nuestros ancestros y abre nuevas oportunidades para entender la diversidad humana a lo largo del tiempo.
La diversidad de los europeos en la época del paleolítico
Los restos de esta mujer, de la que se han recuperado importantes hallazgos, fueron encontrados en 1988 en la cueva de Margaux, cerca de Dinant, Bélgica. Un par de décadas después, el proyecto ROAM, que reúne a arqueólogos, bioantropólogos, genetistas y artistas, decidió llevar a cabo la reconstrucción de su rostro. Este esfuerzo colaborativo permitió dar forma a su apariencia a partir del estudio de su cráneo fósil.
Mediante técnicas avanzadas, los investigadores escanearon su cráneo para crear una reproducción tridimensional. Posteriormente, los artistas modelaron los músculos y la piel basándose en esta información. Los análisis de ADN revelaron que esta mujer, al igual que el famoso « hombre de Cheddar », tenía ojos azules, aunque su piel era ligeramente más clara. Este hallazgo resalta la diversidad de tonalidades de piel entre los grupos de cazadores-recolectores de Europa occidental durante el mesolítico.
El origen y la diversidad de la piel humana
Es bien conocido que todos los seres humanos tienen sus raíces en África. Las variaciones en el color de la piel están vinculadas a las migraciones hacia otras partes del mundo, donde los grupos humanos se adaptaron a sus nuevos entornos. Inicialmente, es probable que los primeros humanos tuvieran una piel más clara, evolucionando hacia tonalidades más oscuras para protegerse de la radiación solar dañina.
Aún hoy, África presenta una rica diversidad de tonos de piel. Un estudio realizado en 2017 demostró que ciertas características de piel clara presentes en algunos europeos tienen su origen en poblaciones africanas, como el pueblo San. Las investigaciones sobre la mujer de Margaux indican que la diversidad de tonalidades de piel ya estaba presente en los antiguos europeos.
Un estilo de vida en armonía con la naturaleza
Investigadores de la Universidad de Gante han integrado datos anatómicos, genéticos y arqueológicos para ilustrar no solo la apariencia de esta mujer, sino también sus condiciones de vida. Los restos encontrados en el sitio, incluyendo huesos, conchas, pigmentos, herramientas y madera carbonizada, sugieren un estilo de vida.
Se cree que esta mujer llevaba un modo de vida nómada, característico de los cazadores-recolectores. Los estudios permiten deducir aspectos de sus técnicas de caza, sus medios de transporte, posiblemente canoas, y la flora y fauna que la rodeaba. Sin embargo, aún no se ha podido confirmar con precisión la tonalidad exacta de su piel y ojos.
Reflexiones sobre la diversidad genética
Los hallazgos vinculados al proyecto ROAM plantean interrogantes importantes sobre la diversidad humana. La afirmación de la Dra. Maïté Rivollat, genetista líder del proyecto, subraya que la diversidad fenotípica entre los cazadores-recolectores europeos era mucho más rica de lo que se había asumido previamente.
Los datos antiguos de ADN indican que nuestros ancestros ya poseían características variadas mucho antes de las migraciones modernas. La diversidad podría estar tan arraigada como la propia humanidad. El estudio de la mujer de Margaux nos recuerda que la historia humana es compleja y está llena de variaciones.
La reconstrucción del rostro de la mujer de Margaux nos ofrece una ventana intrigante al pasado. Resalta la constante diversidad de la humanidad a lo largo del tiempo. ¿Qué más nos revelarán los futuros descubrimientos sobre nuestros ancestros y la complejidad de nuestra evolución?



