Esta semana, los negociadores de Estados Unidos y China se reunirán en Estocolmo, con el foco en la economía exportadora de China. Washington busca que Pekín afloje su control sobre la manufactura global. Sin embargo, según expertos consultados por AP, un acuerdo comercial, aunque significativo, no resolverá el histórico desequilibrio económico del país asiático.
Demandas de Estados Unidos hacia China
Las intenciones de Washington son claras. En primer lugar, busca que China reduzca la capacidad excedentaria en sectores clave como el acero, la energía solar y los vehículos eléctricos, donde las exportaciones baratas están inundando los mercados globales. En segundo lugar, se está presionando para que haya un aumento en el gasto del consumidor chino, con el fin de disminuir la dependencia de los superávits comerciales y el crecimiento impulsado por la inversión.
Los aliados de EE. UU. en Europa comparten esta postura. Recientemente, la UE impuso aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos, argumentando que las subvenciones estatales son injustas. Janet Yellen, exsecretaria del Tesoro, hizo observaciones similares durante su visita a Pekín el año pasado, señalando que las subvenciones gubernamentales distorsionan los precios globales.
La estrategia a largo plazo de China
A pesar de las presiones, Pekín ya está abordando algunos de estos problemas, aunque no necesariamente para satisfacer a EE. UU. Durante años, los líderes chinos han discutido sobre el bajo consumo interno y la sobrecapacidad industrial como problemas estructurales. Actualmente, el gasto del consumidor representa menos del 40% del PIB chino, en comparación con casi el 70% en EE. UU. y más del 50% en Japón.
Desde hace dos décadas, Pekín ha intentado modificar su economía, alejada de la dependencia de la infraestructura y las exportaciones. Sin embargo, el avance ha sido lento y desigual. Las guerras de precios han suscitado críticas incluso de los medios estatales, advirtiendo que las empresas están « compitiendo hacia el fondo ». Con el apoyo del gobierno, muchas firmas han buscado mejores precios en el extranjero, lo que ha generado reacciones políticas negativas en otros países.
En un ciclo de deflación
La situación se ve reflejada en la espiral deflacionaria de China. La feroz competencia y los precios en caída están reduciendo las ganancias, lo que resulta en menos inversión, recortes de empleo y un crecimiento salarial más débil, afectando el gasto interno.
Para contrarrestar esto, Pekín está invirtiendo miles de millones en subvenciones y reembolsos, incentivando a la población a reemplazar viejos vehículos y electrodomésticos. Sin embargo, estas medidas son solo paliativos.
Los economistas advierten que China necesita reformas más profundas, que incluyan una revisión de su política industrial, la estabilización de las normativas para las empresas privadas y un fortalecimiento de la red de seguridad social. Esto podría hacer que la población se sienta más segura para gastar, en lugar de ahorrar por miedo a la salud o la jubilación.
“Los chinos merecen una vida mejor”, afirmó Yan Se, economista de la Universidad de Pekín. Asimismo, advirtió que la deflación podría convertirse en una amenaza a largo plazo si Pekín no aumenta el gasto en bienestar.
Cambio en las motivaciones de los gobiernos locales
Durante el mismo foro, Liu Qiao, decano de la Escuela Guanghua, propuso un cambio en los incentivos para los funcionarios locales, sugiriendo que se premie el aumento de los ingresos de los hogares en lugar del crecimiento del PIB. Propuso proyectos piloto en provincias seleccionadas para probar este enfoque.
“Esto enviaría un mensaje claro de que China necesita un enfoque diferente”, puntualizó.
Problemas de sobrecapacidad en el sector tecnológico
Por otro lado, las ambiciones de China por convertirse en una potencia tecnológica están enfrentando problemas conocidos. Aunque la producción en fábricas de alta tecnología está aumentando rápidamente, también crece el riesgo de sobrecapacidad, tal como ocurrió con los paneles solares y las turbinas eólicas.
Algunos fabricantes de vehículos eléctricos han prometido moderar su producción. Sin embargo, los gobiernos locales, motivados por la preservación de empleos y ingresos, siguen apoyando a empresas en dificultades. A pesar de que Pekín solicita una mejor coordinación para que cada provincia no impulse la misma industria, las políticas centrales a menudo respaldan sectores que ya están sobreexplotados.
El último informe del Banco Mundial resume la situación de manera contundente: “Una mejora sostenida en el consumo de los hogares requerirá una mayor ambición en las reformas”.



